Esto fue publicado en el Universo, Domingo 19 de noviembre. Le escribí una respuesta a la autora, pero no lo publicaré aquí, por lo que menciono a algunas personas que talvez lean esto algún día. Es muy bueno el artículo.
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Hace algunos años se hizo popular una canción de la banda Triquimoqui en que se contaban algunos pasajes humorísticos; en uno de ellos un guardia penitenciario pasa lista a un grupo de reos, quienes gritan el consabido ¡presente! De pronto el guardia se interrumpe para anunciar que al día siguiente vendrá el comandante Viteri (sin duda de visita de inspección) y un despistado delincuente grita feliz a todo pulmón: ¡Ya era hora que agarraran a ese man! Las últimas declaraciones del prontuariado Óscar Caranqui me recordaron esta canción, cuando dijo que “es mejor andar con 100 delincuentes, que con un coronel de policía”. Y aunque el que manifestó esta opinión está descalificado ante la opinión pública, no es menos cierto que el contenido de sus palabras tiene eco en la conciencia de muchos ciudadanos por los múltiples escándalos de corrupción policial que se han venido suscitando desde hace algunos años.
Policías que roban, violan, matan, extorsionan, coiman, coyoteros, amigos y compadres de borracheras de criminales y que actúan al margen de la ley amparados en su uniforme y en las armas que portan. En solo dos años más de tres mil policías han infringido la ley y de estos 3.073 malos miembros, apenas 13 son oficiales de mandos bajos, el resto son agentes rasos. ¿A quién protege la Policía? ¿Bajo qué manto oscuro algunos nombres importantes se esconden? ¿Por qué siempre los responsables de la corrupción policial son clases, cuando todos sabemos que hay una línea de jerarquía y que el de abajo no tiene ningún poder de decisión? ¿Por qué son juzgados en cortes especiales los policías que cometen delitos comunes? ¿Por qué los acusados no van al penal, sino a los cuarteles? ¿Cuál es la diferencia entre un vulgar ladrón y un policía ladrón? ¿Por qué nunca aparecen a la luz pública el resultado de sus investigaciones? ¿Qué es eso de espíritu de cuerpo? ¿Quién o quiénes apoyan la impunidad, pues no es la primera vez que la institución está sometida a escándalos que empañan su imagen?
Hay una sensación de fragilidad, de indefensión, de desamparo de la ciudadanía frente a la corrupción policial. Da terror preguntarnos, quiénes son los delincuentes, ¿los que están tras las rejas o los que se esconden bajo el uniforme?
La Policía es una institución honorable, creada y pagada por el pueblo para hacer respetar el orden interno y proteger a la ciudadanía. ¿Qué pasa cuando elementos de este fundamental organismo, prevalidos de los privilegios legales y morales que le da la sociedad, los utilizan para irse en contra de ella? ¿Quién es peor delincuente, el que opera al margen de la ley o el que se resguarda en ella para cometer sus crímenes?
Estamos hartos de que se hable solo de algunas manzanas podridas cuando la evidencia muestra que está podrido medio canasto. El análisis de muchos casos en los últimos años nos revela un cuadro desgarrador de corrupción policial. Siempre la cuerda se ha roto por la parte más débil, los policías rasos, que son utilizados como chivos expiatorios.
Hemos visto que el uniforme no hace la diferencia; urge, es importante que se haga una auténtica autodepuración a la luz pública, que los ciudadanos tengamos pruebas de que en la Policía se puede volver a confiar y que ese dañino espíritu de cuerpo que solo ha servido para ocultar y solapar, para evitar que la opinión pública conozca cómo se dirime la ley en el interior de los cuarteles, no siga convirtiéndose en instrumento de trampa y engaño para los intereses nacionales.
lunes, noviembre 20, 2006
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1 comentario:
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